Leo el periódico
sentada en la silla de la cocina mientras tomo un café. Veo tu fotografía en
unas de las páginas intermedias y se me ocurre la idiotez de marcar tu número.
Comunica y cuelgo. Reflexiono sobre lo que acabo de hacer y sobre lo que
hubiese pasado si alguien hubiera contestado con un “¿Diga?” Respiro aliviada.
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