Las luces de la ciudad comienzan a encenderse, tomando el testigo de los últimos rayos de sol. La luna hace ya sus guiños desde el horizonte. Vuelvo a casa y el frío comienza a penetrar por cada poro de mi piel. Ya no me siento los pies, aunque ellos siguen caminando. La torre, gracias a su luz de faro, me recuerda el camino hacia mi hogar a la vez que me dice “¡Mira dónde estás! Lucha y disfruta”. Mientras un avión sobrevuela bajo con las luces de aterrizaje encendidas, pienso en la gente que puede ir dentro y el por qué de su viaje a esta ciudad.
Disculpen las molestias de no escribir tanto en el blog, pero estoy teniendo demasiados problemas técnicos para acceder a internet.
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