Naciste una madrugada y las estrellas
bailaron al son de los latidos de tu corazón. La luna eclipsó esa noche porque con
la luz de tu rostro ya era suficiente. Allí, en una tierra que no era la tuya, tus
pulmones inhalaron la primera dosis de oxígeno. Tus ojos se llenaron de
lágrimas al percibirte en un mundo caótico y extraño. Tus puños se cerraron
proponiéndote combatir en él y aún lo sigues haciendo, luchas con una
sensibilidad que acaricia los poros de cada piel que te escucha hablar de
revolución. Y es que revolucionas la vida y, hasta la muerte, de quién comparte
tu misma atmósfera. Nunca te has dado cuenta, pero llevas en el pelo vientos de
cambio para derrumbar muros y agitar consciencias.
No estuve allí. Pero así me imagino siempre tu
irrumpir en la vida.
Tuxi.
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